LA INVERNAL VIJANERA.

La invernal Vijanera, también llamada en la antigüedad indistintamente Viejanera, Vijenera, Vejanera o Vejenera, fue una de tantas tradiciones cántabras que desaparecieron sin remedio durante el pasado siglo XX. Las Vijaneras venían celebrándose en Cantabria de manera habitual en Año Nuevo, aunque en ocasiones fueron reseñadas durante el último día de diciembre.

En estas mascaradas de jóvenes vijaneros, siempre organizadas en comparsas masculinas, se encontraban influencias de un remoto origen pagano y rural. La espectacularidad del rito giraba en torno a los raciales zarramacos metiendo ruido con sus cimbreantes campanos, con rasgos que evidenciaban una clara ascendencia hereje y campestre. Si bien existen referencias históricas a la Vijanera desde 1849, vía reseña en el libro de cuentas del Concejo de Silió, será precisamente ese carácter indómito y poco civilizado lo que hizo que quisieran suprimirlas en pleno siglo XX, tanto por parte del régimen político imperante durante esa época como por parte de la iglesia.

Estas mascaradas de invierno, que simbolizaban el tránsito de un año a otro, perduraron en Cieza, el valle de Anievas, Iguña (Silió, Bostronizo, Las Coteras, Las Fraguas y Santa Olalla) y el valle de Toranzo, existiendo también referencias en Campoo y Cabuérniga, hasta mediar el siglo XX. Tras los cual, las Vijaneras quedaron en la memoria de las sencillas gentes de aquellos valles como una nostalgia de sus tiempos de mocedad. Estas poblaciones del interior cántabro, por medio de las Vijaneras, practicaban unos rituales que evidencian la lucha del bien —personificado por los zarramacos y los zamarrones— y del mal —simbolizado en el oso y las brujas— que concluye con la eliminación de los espíritus malignos pintándose la cara de negro y haciendo sonar con fuerza grandes campanos.

En la actualidad La Vijanera que se celebra en Silió es una manifestación cultural muy viva y con un alto valor etnográfico, como así lo pone de manifiesto esta preciosa fotografía tomada en la edición del año 2024 que compartimos, obra de Vicente Ansola. Además, es todo un referente dentro del ciclo de mascaradas de invierno de la península ibérica, que con el empeño y entusiasmo popular se debe de mantener y transmitir a las futuras generaciones.


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