MATILDE FERNÁNDEZ ARCEDA: INTÉRPRETE DE CANCIÓN CAMPURRIANA.

«MATILDE FERNÁNDEZ ARCEDA: SEMBLANZA»

Autor del texto: Daniel Sánchez Cruz “Danitu” (Divulgador de la cultura popular cántabra).

Si quieren saber señores, de dónde es esta que canta,
del pueblín de Camino y de Naveda es la planta.

Así, con este cantar del país, se ha presentado Matilde, o Mati, como la conocen por el valle, en múltiples ocasiones. Nacida en los años cuarenta por tierras altas de Camino, y descendiente de Naveda, dejaba claro su origen: Campóo.

De sus padres hereda el gusto y la afición por lo antiguo; eran buenos cantores y bailadores, algo todavía común en la época. En aquella casa, en donde crecieron siete hermanas y un solo hermano, la vida rutinaria se llenaba de voces, rezos al anochecer, comidas y cenas austeras, largas pero amenas. También de las tonadas que su madre entonaba en sus labores, las "roldas" de los mozos, los ensayos para el Día de Campoo, el baile a la pandereta... Matilde, sin maestro ni escuela, aprendió a cantar escuchando a su alrededor.

Ya con nueve años, en la feria de Nuestra Señora en Espinilla, su hermana le animó a cantar en un concurso. "El que a mí me ha de querer, tiene que tener prendida" fue el cantar elegido por la joven Mati. Cuando empezó a cantar, la gente calló al escuchar su voz y tal fue la ovación al terminar, que Justo Martínez, quien era jurado, le tiró el sombrero a los pies. Menciona en varias ocasiones, y con mucha emoción, a quien seguramente sea uno de sus referentes, su vecino Emiliano García. Este hombre, asegura, cantaba la canción campurriana como debe ser; "sobria", alargando los finales, dándole los golpes y giros en su justa medida, "sin pasase ni quedase corto". Siempre recalca que el cante de hombre y de mujer por tierras de Campoo es bastante semejante, que tan solo cambian los registros personales del cantor o cantora. Casada con Jandro durante más de treinta años, compartió con él su vida en Nestares, donde el amor y la cotidianidad se hicieron uno. Allí, entre el calor de su hogar y la cercanía de vecinos y amigos, Matilde siguió cantando: en tabernas, bodas y juergas, como se hacía de antes, cuando el cante se vivía y no era una simple manera de lucirse en una actuación o concurso.

Su talento no pasó desapercibido. Con veintitrés años, gracias al contacto de Justo Martínez, el músico Palazuelos le invitó a grabar un disco; Folklore de España: Santander - Matilde Fernández. El cual es una referencia cultural no solo en Campoo, sino en toda Cantabria y por el que debemos estarle agradecidos eternamente.

Matilde fue peluquera. Primero junto a sus hermanas, peinando señoras en el bullicio cálido del salón, y más adelante, por su cuenta, se dedicó exclusivamente a la peluquería de caballeros. A esta profesión dedicó plenamente su vida y por dicha actividad no empleó mucho tiempo en cantar, más que ser miembro durante tres años del coro "Voces del Ebro". Hoy, Mati se sabe querida y respetada. Se lamenta de la decadencia general del folclore de su tierra, de la desaparición paulatina y sin remedio aparente de una identidad. Siempre abierta a recibir en su casa de Reinosa a quien quiera escudriñar sobre el cante de antes, el "aire campurrianu" y dispuesta a cantar y aprender lo pocu que dice saber.

Y es que "es pa ser escuchá", porque cuando Matilde echa una campurriana, el tiempo parece detenerse; el eco de sus padres, de Emiliano, de sus hermanas, de las celebraciones y cortejos de antaño, vuelve a llenar el aire.

Porque ella no canta solo con la voz: canta con la memoria viva de un pueblo.


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