GUSTAVO COTERA: INVESTIGADOR ETNOGRÁFICO Y DIBUJANTE.
«GUSTAVO COTERA, investigador etnográfico y dibujante»
Autora del texto: Esther Terán González (Licenciada en Filología Hispánica e investigadora en literatura comparada).
“Dichoso el hombre que no se aparta de los parajes amados” Manuel Llano.
Cuando se mira por primera vez y de cerca a una persona admirada, los sentimientos de pequeñez se amplían de tal modo que sientes que no estás a la altura del proyecto encargado. Esta ardua tarea se convierte en verdadero privilegio cuando es Gustavo Cotera de quien tienes que escribir. El Gran Gustavo.
Gustavo siempre me ha parecido un hombre poliédrico y que dentro de sus muchas facetas me sigue recordando a los escritores costumbristas montañeses, con su punto romántico y con su capacidad para captar el momento de manera sutil. Y es por ese motivo, que cuando veo a Cotera tengo la sensación de estar frente a muchos escritores que recrean y respetan el mundo en el que les ha tocado nacer, pero, sobre todo, veo a un hombre machadiano, un hombre bueno.
Pero esta bonhomía no surge de la nada. Gustavo nace en una familia donde nada artístico era ajeno: sobrino nieto de la gran actriz Catalina Bárcena e hijo de maestra rural. Quizá esta parte sí es la que forja su carácter y su interés. Acostumbrado a oír desde niño romances (alguno aun recitado por sus hermanas), historias, leyendas y siendo el menor de diez hermanos el Gustavo niño se acostumbra a dibujar y dar forma pictórica a todo aquello que escucha. Los animales y las leyendas van a ocupar estos primeros bocetos infantiles que con gracia y maestría comienza a dibujar. Ya desde niño se va a repetir la máxima que continuará toda su vida y es que ningún ser le es ajeno, todo lo que tiene vida es digno de ser respetado, valorado y sobre todo librado del sufrimiento.
La pérdida del paraíso natural e infantil cambia cuando el destino de su madre les hace abandonar los verdes y plácidos campos de Carranza para sentir el gris Bilbao industrial, y la necesidad de evocar aquellas historias le hace tomar un mayor compromiso de recuperación del paisaje perdido. Al principio la recuperación está motivada por la curiosidad. Decía doña Carmen
Codoñer, catedrática de literatura latina, que “la curiosidad acompaña a los enigmas y a la curiosidad el afán de resolverlos” y yo, considero que Gustavo lleva toda su vida resolviendo enigmas a trazos de lapicero como un artesano.
Así este joven decide dar forma a la nostalgia. En largas horas sobre de un autobús o a pie entre camberas y senderos, hablando con el paisanaje que encuentra, anotando, dibujando, leyendo y releyendo a esos escritores del país, comienza Gustavo una labor encomiable. De esta manera algo que en un principio pretendía llenar su curiosidad y ser una necesidad propia e individual, se convierte en un donativo a los demás, en una labor sincera y cargada de respeto y amor a un pueblo y una comunidad que quedará en la mente de todos los montañeses de las generaciones posteriores...
Hasta aquí: el vacío. Desde entonces: Gustavo.
Y poco a poco se va llenando ese vacío de imágenes, de dibujos, de grabados, y la luz va penetrando en las rendijas de los viejos desvanes. Se desempolvan los arrinconados y desvencijados baúles, se abren los ventanucos, ventanas, solanas...y se ve claro y limpio. Se ve el color...
Eso trae Gustavo: un aire fresco, un color limpio y un orgullo por la identidad del país que parecía dormido en un recuerdo ya remoto.
¿Quién no recuerda la diosa Cantabria a lomos de un oso? Una imagen que forma parte de la iconografía de Cantabria y que trasmite una fuerza ancestral donde se fusionan el humano y el animal compartiendo una misma energía, transmitiendo tal complicidad que parecen un solo ser. Una sinergia que lleva incluso a convertir en hembra, quizá por semejanza a la diosa y a la
propia Cantabria, a un animal que fue concebido como macho, por mente de Gustavo.
¿Quién no recuerda sus mapas mitológicos?, gracias a los cuales, los niños de Cantabria se introducían en el maravilloso y a ratos misterioso mundo descrito por el magistral Manuel Llano.
Es por ello que su iconografía es la iconografía de Cantabria.
También será Gustavo pieza importante en enseñarnos el buen vestir, y como en lo dicho anteriormente, si éramos incapaces de imaginar y ver, él nos lo detallaba con minuciosa perfección. Culpa nuestra será cuando con mayor o menor fortuna hemos interpretado sus patrones: mujeres del siglo pasados ataviadas con tocados imposibles, diferentes telas, diferentes paños, diferentes hombres y mujeres dependiendo de su demarcación.
Afortunados hemos sido cuando todos estos trabajos han tomado forma escrita, cuando sus investigaciones han sido publicadas. Mucha maestría desprende Gustavo cuando escribe, cuando describe y no solo hay belleza en sus palabras también existe una base de conocimiento que solo se puede conseguir y trasmitir cuando se ha trabajado con ahínco y respeto. Estas publicaciones se han convertido en joyas, en piezas de coleccionista porque se han agotado siempre, como todo lo que hace Cotera. ¿Quién no recuerda su libro sobre el traje en Cantabria?, ¿Quién no ha disfrutado con La Cantabria de Gustavo Cotera? ¿Quién no ha leído sus artículos en Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folclore “Hoyos Sainz”?
Y ahora este hombre humilde, en lo alto de su Cartuja, templo tranquilo que le permite divisar montes y prados, disfruta como siempre hizo de lo sencillo: su huerta, sus animales, sus lecturas, sus viajes, sus conversaciones con los vecinos de aquí y de allá...pero sobre todas las cosas disfruta de rodearse de la vida natural y de su compromiso y defensa con todo aquello que considera vital: los animales en todas sus formas y tamaños.
Para finalizar diré que no sé si he conseguido el objetivo inicial, pero creo justo decir que ninguno de nosotros seríamos lo que somos sin ÉL. Ningún montañés, lebaniego, trasmerano, pasiego, campurriano, pejino o sobano... seriamos lo que somos si no nos hubiésemos visto reflejado en sus dibujos, en su iconografía. Ha sabido pintar a los montañeses, supo pintar a los montañeses vistos por sí mismo: nos ha enseñado a ser.
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