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EDUARDO CASTILLO. TAMBORILERO DEL DÚO LOS PITEROS DE ANIEVAS.
«EDUARDO CASTILLO: SEMBLANZA»
Autor del texto: Marcos Bárcena Borrajo (Músico).
Eduardo Castillo es por derecho propio el pitero de Anievas. Aunque exista la contradicción de que realmente fue el tamboritero que tocaba en el popular dúo “Los Piteros de Anievas” conformado junto a su padre fallecido en 1990 y que está considerado una leyenda de la música tradicional cántabra por su arte tocando el pitu o requinto montañés: Tomasón.
Eduardo Castillo recibió en 2022 el Fuelle de Oro tras cumplir 90 años, como referente de la canción tradicional ya que también es cantante y por supuesto por sus logros como percusionista. Años antes el Ayuntamiento colocó una estatua en Cotillo, capital del valle de Anievas.
Eduardo, llamado Bardo en su entorno cercano, nació el 12 de marzo de 1932. Durante su juventud recorrió Cantabria y otras regiones de España, amenizando fiestas con jotas montañesas, pasodobles y valses, junto a su padre. Son notables sus actuaciones fuera de Cantabria, como la que realizó en el Teatro María Guerrero de Madrid.
Yo tuve la suerte de conocerle en persona, ya que durante la década de los noventa viví en Villasuso de Anievas, su pueblo natal, en donde desarrollaba su actividad ganadera ya que, como sucede frecuentemente, solamente con la música no podía ganarse la vida. Recuerdo que a menudo se detenía en el jardín de mi casa, cuando estábamos ensayando para las grabaciones del grupo Luétiga, al que yo pertenecía. Especialmente para los discos Nel el Vieju de 1994 y Cernéula de 1996, trabajos que tenían una fuerte base tradicional y presencia de pito y tambor.
Siempre con bonita nostalgia recordaba el entusiasmo del público en aquel concierto del teatro madrileño diciendo la frase “se vino el teatro abajo”, aludiendo a los calurosos aplausos de la audiencia al terminar la interpretación de la jota.
Otra de sus frases favoritas, haciendo referencia a su estilo, es “un buen tamboritero es el que hace grande a un buen pitero”, dando importancia a su instrumento y equiparándolo al del toque melódico del clarinetista.
La pareja conformada por estos dos instrumentos es, en realidad, el conjunto que en la tradición cántabra no puede disociarse, ya que la funcionalidad principal de esta formación es incitar el baile. Prácticamente puede decirse que uno no puede coexistir sin el otro. Los piteros -pitu y tambor- son siempre un dúo y ambos gozan de igual importancia y prestigio.
Los piteros de Anievas sobresalen entre los más destacados de la historia de Cantabria, junto a Bosio y Martín. Esta pareja estuvo activa desde los años veinte a los setenta del siglo XX y eran naturales de Reocín. Tomasón, el pitero de Anievas, también nació en los primeros años del siglo, por lo que fueron coetáneos. Tras su fallecimiento, Eduardo Castillo ha tocado con al menos tres piteros diferentes, aunque reconoce que su padre fue el mejor.
Bardo merece una semblanza como personaje relevante de la cultura rural de Cantabria no sólo por sus logros dentro de la comunidad si no por haber hecho de embajador, actuando en Madrid, Barcelona, Cádiz y Asturias, entre otros lugares, y haber dejado grabaciones para la posteridad.
En la actualidad tiene 93 años y según su hija se le iluminan los ojos cuando oye hablar de música tradicional y de su pasado como protagonista de ella.
Todos los que le conocemos le tenemos como una gran persona, comunicativa y orgullosa de su legado cultural.
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